jueves

VACIA

Explorando la España vacía, ese territorio más o menos difuso tan bien descrito por Sergio del Molino. En ese espacio aún quedan ríos que sólo están en los mapas o en la voz de los pocas personas que viven aún cerca. Fuera de ahí nadie los conoce. A veces esta soledad en la memoria de la gente los destruye. Otras veces este olvido los conserva transparentes y de verdad salvajes.

Lanza un tándem de abejorro y ninfa cobre a “una” barbo que patrulla su orilla. No hace ningún caso y sigue nadando despacio casi un metro dejando atrás mis señuelos, pero de pronto, como si estuviera pensando en otra cosa y se hubiera dado cuenta ya tarde que lo que había dejado atrás era comida, se da la vuelta muy rápido y a igual velocidad ataca la ninfa que aún flota entre dos aguas ya muy cerca del fondo. Pelea con ganas, se descuelga río abajo y hace que la seda se enganche en una piedra picuda. Maniobra con la caña sin destensar la línea y logra zafarla. La lucha sigue, se va al fondo, se restriega furiosa. Templa, aguanta, la va acercando medio engañada, para que no se enfurezca, hasta una zona poco profunda de grava fina. Nadie contempla el prodigio, la emoción invisible que se está grabando entonces, puede que para siempre, en su cerebro. Fuera de allí, fuera de su cabeza,  no hay paisaje, ni pez, ni cristal líquido, ni esta primavera lujosa y exultante que ambos están viviendo.

Hay territorios de España con una densidad de población inferior a las regiones más deshabitadas de Laponia o el norte de Finlandia. Espacios enormes de las dos Castillas, Extremadura, Aragón, la Rioja y partes limítrofes de Galicia, Andalucía, Cataluña y Valencia están casi vacías. Muchas zonas de Teruel, Cuenca y Soria ya están por debajo de los diez habitantes por kilómetro cuadrado. Sólo el 9,98% de la población nacional vive en los pueblos de esa “España vacía”, el resto se aprieta en las grandes o medianas ciudades.

Y allí hay ríos preciosos y también casi olvidados, a veces destruidos, a veces intactos. El pescador es hijo de esa España vacía. Vive en la gran metrópoli pero cuando está en esas aguas perdidas se siente en su hogar. Sabe moverse allí y le encanta estar y pescar sólo, sin prisa, sin tiempo, sin otros.

Luego el pez se marcha y él sigue por esa garganta, caminando hacia arriba, en casa.


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