La noche de la apertura de la veda no pudo dormir. Al
bajar, en la penumbra del amanecer, por la estrecha senda que le llevaba al
torrente, imaginaba destrozos y tristezas, aguas sucias y vacías. Comenzó a
pescar donde lo hizo siempre y al segundo lance una truchilla rabiosa le saludó
con su picada y sus colores de joya. Cuando la dejó marchar y metió su mano en el agua helada se dio cuenta
de todo. El río bajaba ancho, transparente, bullanguero. El monte estaba
salvaje y en todas las ramas del bosque de ribera había yemas verdes a punto
de reventar. Luego se fue reencontrando con los patos, las nutrias, una cigüeña negra, un martín, tres
mirlos, la garza real, varios milanos jóvenes a los que saludó como a amigos antiguos. Salió el sol y sintió cómo el suave calorcillo le
tocaba la espalda y más adentro.
La gente cita muchas veces a Heráclito o a Platón y su "todo
fluye" o eso de que "no se puede
bañar uno dos veces en el mismo río" porque ni el agua es la misma ni nosotros lo somos. Mentira,
pajas mentales de filósofos desocupados o de traductores aburridos que no
han pisado un río truchero en su vida. Los pescadores saben que eso no es
cierto. Muchas veces, al bajar al río, sus aguas y nosotros somos los mismos
aunque hayan pasado diez, veinte o treinta años. Los rios trucheros y los
pescadores que persiguen a las truchas con cerril o infantil insistencia saben
muy bien, porque lo han vivido muchas veces o porque tienen pruebas empíricas
de esta excepción espacio temporal, que muchas veces el río y quién
está metido en sus aguas hasta la cintura lanzando una bonita mosca, son los
mismos de hace un año o de hace treinta. A la mierda Heráclito. El tiempo junto al agua siempre
es relativo como ya lo explicó Einstein que, como todo el mundo sabe, construyó
su teoría mientras estaba pescando truchas a mosca seca. El ejemplo del pez cuántico(1),
la paradoja de Einstein-Podolsky-Rosen y hasta la famosa paradoja del gato de
Schrödinger sólo pueden salir de la calenturienta imaginación de un pescador,
un tipo que tiene la certeza de que en esa poza tan honda hay a la vez muchas truchas
hermosas y ninguna. ¿Quién lo duda?
Algunos días lo recuerda y se sorprende. El río era
el mismo y también él aquel diecinueve de marzo del reencuentro. Esas primeras
horas, con el sol calentando aún con timidez, tocó tres truchas más y luego nada,
pero no se sintió defraudado sino optimista, asombrado, saltando de piedra en
piedra con una sonrisa de bobo pintada en la cara. Al llegar a la poza la Vena saboreó de verdad ese reencuentro y luchó con una trucha grande que
se soltó un segundo antes de llegar a sus manos. Primero, gritando, se cagó en dios, en la mar y en otros lugares propicios como hacía con quince años y luego comenzó a reírse a carcajadas de sí mismo, como nunca lo había hecho, porque en nada había perdido la felicidad recuperada que
sentía porque la trucha se hubiera largado a su paradoja de Schrödinger.
(1) El experimento del gato de Schrödinger o paradoja de Schrödinger es muy conocido. Pero los pescadores lo experimentamos muchas veces al llegar a una poza prometedora en la que hay una hermosa trucha y a la vez no la hay. Frente al enfoque clásico, según el cual es la realidad la que suministra la base cierta del conocimiento sobre ella, el enfoque cuántico postula que el conocimiento sobre la realidad modifica la propia realidad. Ortolí lo explica de forma divertida: "En una charca borrosa y opaca se mueve un gran pez que se desplaza en todas las direcciones pero que permanece constantemente invisible. Desde la orilla de la charca, un pescador sólo percibe en la superficie unas olitas cuya altura y dirección le informa en todo momento sobre el trayecto probable del pez. Sin embargo, mientras éste no haya sido pescado el hombre se ve obligado a considerar que el pez se encuentra en todas partes a la vez, con probabilidades mayores o menores según el momento y el lugar: En cambio, desde el momento en el que el pez muerde la camada todas las posibilidades quedan reducidas a una sola... antes de morder el anzuelo, semejante pez "cuántico" (que sólo se hace concreto cuando es pescado) ocupará toda la charca y habrá lugares de ella en que el pez estará más concentrado y otros en que estará más diluído".
Pero claro, los peces no son partículas elementales.
Pero claro, los peces no son partículas elementales.
ORTOLÍ,S. y PHARABOD,J.P. El cántico de la cuántica. ¿Existe el mundo?. Gedisa, Barcelona 1985 p.46. Desconozco si el señor Ortolí era también pescador. También desconozco si vuestra caótica caja de hilos podría estar en ARCO y cotizar un buen puñado de euros.
Este año volví al río de mis inicios hacía años que no mojaba mis botas en él. Lo vi distinto y me vi distinto. Sus curvas, su lecho, sus habitantes, mis manos y mis movimientos. Nada coincidía me sentí en parte en casa y tb como un extraño. Me pareció ver a un viejo amigo, y ver reflejadas las arrugas en él.
ResponderEliminarUn Saludo.
Por el contrario yo, en otra garganta que hace frontera entre Cáceres y Ávila, me sentí (¿o era?) el año pasado mucho más joven. Y el río también lo era. Cuando regresé al coche, casi de noche, volví a tener la edad que tengo. Pero cada vez que vuelvo allí viajo en el tiempo y el río también. La sensación es extraña y maravillosa, sobre todo a esa última hora de la tarde en la que las truchas se vuelve locas y uno estira y estira el tiempo intentando que nunca anochezca.
EliminarGracias Gaizka. Y también me ha ocurrido a veces lo que tu me cuentas.
Todos cambiamos, y los ríos que alguna vez pescamos también lo hacen. Lo que yo creo es que cuando regresamos a esos lugares mágicos ligados a nuestra memoria, la mente crea un decorado a nuestro alrededor que nos hace pensar que hemos vuelto al mismo sitio y, por consiguiente, nosotros también somos los mismos.
ResponderEliminar¡y con cuántas pozas de Schrödinger me habré cruzado!