No nos damos
cuenta pero utilizamos tecnología punta, materiales que se inventaron para la
carrera espacial: copolímeros, aluminios aeronáuticos, fibras de carbono,
aceros de alta resistencia, tejidos inteligentes, holográficos,… pronto
usaremos nanotubos y grafenos. Sin hablar de todo esto llamado Internet que nos
permite tener a la distancia de un click casi todo el saber del mundo sobre los
misterios de la pesca… o escribir aquí, sobre este pozo oscuro.
Hoy toco este
anzuelo pulido de hace más de diez mil años, acaricio esta mosca grande
fabricada con una vieja aguja de coser templada al fuego de una vela, armada
con gruesos sedones de tintadas
naturales y plumas de aves raras, siguiendo las indicaciones de un manuscrito
escrito en Astorga hace casi cuatrocientos años y pienso entonces que da igual
que mi caña sea de fino bambú o que tenga las mismas fibras de carbono que las
que se utilizan para fabricar el chasis de los satélites que viajan ya fuera de
nuestra galaxia. Porque lo que importa son las manos del pescador, su intuición,
su curiosidad, el cuidado que pone en hacer esa mosca, atar este sedal, lanzar su
señuelo al rincón más prometedor de la corriente. El tiempo y la pasión que
invierte un pescador de hace diez mil años o cuatrocientos años o de hoy para
conseguir tocar una trucha salvaje en aguas limpias.
Tiempo, cuidado,
pasión. A quién talló ese anzuelo, a quién hizo esa antigua mosca centenaria,
al pescador que lee todo esto, le mueve la misma voluntad, instinto, sueño:
tener un buen pez entre las manos, un pez grande, sabio, difícil.
Si pensamos en
cada objeto que forma nuestro equipo de pesca, si investigamos su origen y su
tecnología nos maravillamos de cómo el progreso ha cambiado y sofisticado todo.
Sin embargo, lo importante, no ha cambiado casi nada.
Porque de los
miles de chismes que podemos comprar para pescar, de todo el equipo que
atesoramos en nuestro rincón de montaje y nuestro armario cañero el más
valioso, el único que importa, el que nos permitirá coger las mejores truchas
es sólo uno: horas en libertad. Tener tiempo y un río limpio en el que
derrocharlo a placer.
Dicen que el tiempo es oro. El tiempo es lo único que de verdad tenemos en la vida y que no se puede guardar en un banco para el futuro.
Dicen que el tiempo es oro. El tiempo es lo único que de verdad tenemos en la vida y que no se puede guardar en un banco para el futuro.
Coincido plenamente contigo. En nuestros genes, que no han cambiado tanto en los últimos miles de años, aún llevamos marcado a fuego el carácter de las sociedades cazador-recolectoras. Nuestro instinto y el aprendizaje adquirido con la experiencia son nuestras mejores armas frente al río. La lástima, como también apuntas, es que no tenemos todo el tiempo que quisiéramos para acercarnos a él.
ResponderEliminarSaludos y, de nuevo, enhorabuena por la magnífica entrada
Fueron muchos miles de años de cazadores/pescadores recolectores (200.000 años) y sólo unos pocos siglos de sedentarios agricultores y ganaderos (8.500 años) . Pienso que algo de ese pasado nos tira a sentirnos bien en el campo y el río y no demasiado bien encerrados y sentados. Hasta a nuestro cuerpo tampoco le sienta bien el sedentarismo y necesitamos las terapias de los diversos deportes y juegos que hemos inventado...
ResponderEliminarCazar y pescar nos hizo humanos.