Dos semanas ya sin pisar un
río, sin tocar una trucha. Se nos mustia el corazón, se atrofia el cuerpo, se
aleja al sótano de los recuerdos la felicidad.
El pescador necesita tocar
el agua y perseguir a los peces. Escribir de todo esto es un triste remedio que
lejos de curar, incita a escaparnos mañana mismo a pescar aunque sea jueves y
laboral. Es importante, en estos tiempos precarios, inciertos, duros, buscar un
día de río.
Llevo una semana en casa
mecido por la fiebre. Cuando pasa por fin, bajo esa tarde a la garganta. Me cuesta
caminar entre las piedras así que pesco despacio y con cuidado. Toco media
docena de bonitas truchas. Entran todas a una mosquita negra que apenas veo en
el agua.
Me pierdo las dos últimas
horas del sereno pero bajo contento por el camino perdido entre el helechal. No
he olvidado el oficio.
Hay momentos, objetos,
lugares, pasiones que son simple chatarra de poco valor aunque en algún momento
nos parecieron oro. Otros en cambio, sin haberlos valorado nunca demasiado,
descubrimos con el tiempo que son lo más valioso e importante. El oro de este último
sol de primavera en el río, por ejemplo.
Una escapada a la soledad del río es la mejor terapia contra la angustia que provocan estos tiempos que nos ha tocado malvivir. Un saludo
ResponderEliminarAsí es Jorge, uno se va al río y se cura de todo.
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