jueves

OLOR



Una tormenta de verano. Rayos, truenos y centellas. Primero el viento lleno de polvo y calor, luego la sinfonía torrencial del agua. Soy un irresponsable, nunca he tenido miedo, aunque dejo la caña-pararrayos de grafito en el suelo y me siento en una piedra, en medio del agua, a esperar a que pase al menos el bronco aparato eléctrico.

Recuerdo la sinfonía de Maurice Jarre Building the Barn de la película Witness. El gris revuelto del cielo, el agua fría golpeando sobre mi gorra y el impermeable, los verdes del campo cambian al mojarse, tanta fuerza desatada, tanta furia y tanta belleza para un solo espectador maravillado.

Ya sólo cae agua fina. En tardes como estas suele haber eclosiones de hormigas aladas y las truchas se ponen como locas nada más pasar la tormenta. Siento que  a mi me pasa lo mismo, las buenas tormentas despiertan las hormigas aladas de mi vida y uno se siente bien, alegre, ligero, fresco, revoloteador. En cada postura sale una trucha que muevo o que saco.

Pero no vine aquí a contar todo esto sino a recordar el olor, de antes, durante y después de una tormenta. Olor a ozono, a tierra mojada, a bosque empapado, no sabría describirlo, es un olor muy especial. Para mi, uno de los perfumes de la libertad.

(fotos de  Francesc Luque)

4 comentarios:

  1. ¡Esa sensacion de que no te cabe en los pulmones todo el oxígeno que aspiras con el aire!

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  2. ¡¡ Me encanta ese olor !! Te llena de vida y vitalidad

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  3. Lo has vuelto a clavar. Ese olor que evoca a la calma después de la tormenta. ¡Saludos!

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