En ese instante todo el espacio-tiempo se
concentra. La energía que mueve el mundo sale del agua, corre a la velocidad de
la luz por el sedal, llega a la caña, a tu mano, tu brazo y tu cerebro. La
trucha ha mordido la mosca, la ninfa, el señuelo y tú has clavado a tiempo.
A veces, en un día entero de pesca, uno
vive sólo unos segundos ese instante y al pescador ya le compensa todo el derroche
de tiempo, energía, vida, paciencia, sueño. Otras veces en cada recodo,
postura, hueco, sombra, remolino en el que cae el señuelo aparece el pez para
besar, probar, picar, mover, rechazar o clavarse en nuestro anzuelo.
Pero hay otro instante en el que todo el
espacio-tiempo se expande y la energía que mueve el mundo se va por un agujero
negro, es cuando el sedal, siempre demasiado fino, hace clack. Pero no es el
sedal el que falló, siempre fallamos nosotros y nos da rabia el truchón huido
con el piercing en el labio y nuestra torpeza al tensar un poco más, al mover
la mano, no haber visto la piedra afilada, la rama sumergida, al fuerza del pez
al tomar la corriente.
Entre el segundo luminoso y el oscuro
vive el pescador, asumiendo que en la vida siempre hay sorpresas y rupturas.
El momento luminoso es ciertamente maravilloso, mientras que el oscuro realmente odioso. Pero es cierto que en ambos son mágicos porque en esos instantes el tiempo se detiene.
ResponderEliminarUn saludo y enhorabuena por el blog
Preciosos párrafos.
ResponderEliminarFelicidades por el blog. De lo mejor de la red.
Muchas gracias por vuestras palabras Jorge y A.
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