miércoles

PLUMA, SEDA Y ACERO.



Leo el manuscrito de Astorga con el mismo interés con el que leo los montajes del blog de pacopescador, porque detrás de uno u otro mosquero late el mismo veneno misterioso, la misma artesanía, similar pasión secreta por fabricar o “adobar” un señuelo que engañe a las truchas. Muchos años, siglos ya, separan la letra manuscrita de uno de la página web de otro, pero si, con una máquina del tiempo maravillosa, pudiéramos juntarnos a hablar de pesca todos nosotros, la música y la letra de la conversación sería la misma.

Tal vez no sea necesaria ninguna máquina del tiempo porque las palabras, las del manuscrito, las de pacopescador, las de José Luis García González, las mías aquí, son esa máquina maravillosa. Con las palabras estamos cerca unos de otros descubriendo lo que sabemos y lo que no sabemos del arte de montar moscas, leer el río, sentirnos pescadores.

El hijo pescador me monta unas ninfas en las que mezcla pelo de liebre con dubbing naranja, y una hormigas muy sutiles y delgadas, con un pequeño indicador de picada rosa que en Laponia pescaron muy bien y que aprendió de Pablo Castro. Cuando dentro de unas semanas las ate al bajo de línea sentiré que anudo en ellas mucho saber antiguo y moderno, una larga historia que nos une a todos nosotros, desde muy lejos, por encima de siglos y vidas. Y aunque pesque solo, siento que voy conversando con mi hijo, con Pablo, con Paco, con José Luis, con Juan de Bergara, con todos los amigos de la tribu de los mosqueros andantes y en esa conversación, todas nuestras palabras se anudan despacio a la música del agua del torrente.

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