martes

MAYO



Muchos les tientan con cebo, caña boloñesa y veleta, pero no hay mayor placer que bajar a este lugar perdido con una ocho pies, seda del tres, ninfita anaranjada, sanjuán rojo, gusarapín fluorescente... montados en anzuelos del doce o el catorce, sin muerte, carrete sencillo y sin freno y sentir ese arranque brutal e imparable.

Suben por el pequeño arroyo, como salmones, miles de barbos. Les tiento con pequeñas ninfas o alguna seca y en cuanto sienten la trampa me sacan los treinta metros de línea. Lleva tiempo cansarles y acercarles hasta la sacadera. Hermosos barbos de uno, dos, tres kilos.

Me gusta este recodo solitario entre piedras rugosas lavadas por siglos de lluvias y crecidas. Apenas tengo tiempo entre lance y picada. He llegado el día mágico en el que aún no están ciegos de celo y atienden a una larva brillante y torpe que pasa por delante. Veinte, veinticinco llegaron a mis manos. Tengo el brazo cansado de las luchas, pero es difícil dejar este momento, es muy difícil decir “ya está bien por hoy” porque no se repetirá un día así hasta el año que viene. Son días de ebriedad, no hay momento de descanso. Pero entonces, a media mañana, el pescador se sienta a la sombra, en un pequeño abrigo rocoso en el que hay hasta pinturas rupestres, huele a hierbabuena, a tomillo a espliegos, contempla la manada interminable de barbos subiendo, el brillo intenso del sol en las corrientes, todo este verdor, la perfección de la vida, las voces de los cucos, las perdices, las abejas, los chapoteos de los peces y uno allí, quieto unos minutos, saboreando a conciencia el día antes de seguir.

Y así, año tras año, guardo en mi memoria todo estos instantes vividos aquí, en este recodo del río, rodeado de los colores de mayo. He vivido tormentas equinocciales, días de frío, días de calor furioso y en todos, los barbos subiendo la corriente se dignaban a que yo luchase un rato con ellos para luego seguir nadando siempre hacia arriba.

Y el pescador, ya no sabe si sigue nadando en su vida corriente arriba, hacia aguas más puras, o se ha dejado vencer y se deja llevar corriente abajo hacia pozos profundos. No sabe si este rincón imponente y tan frágil del mundo seguirá como ahora o será solo un sueño. No entiende que buscan los hombres dentro de su avaricia cuando el sol nos regala todo sin precio.




3 comentarios:

  1. Impresionante, es un espectáculo de la naturaleza! Saludos!!

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  2. La lástima es la escasa divulgación de la que goza la subida de los barbos. Si la gente la conociera, seguramente sería una especie mucho más respetada de lo que es hoy en día. Y su pesca a mosca... ¡qué potencia!

    Un saludo

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  3. Para mí son los "salmones proletarios" del pescador de interior. Quién haya clavado uno por encima de tres kilos lo sabe. El espectáculo de su subida y freza en un río pequeño y con rápidos no desperece en nada a los salmones.

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