Dibujo de Rod Crossman |
He tenido muchas
tarjetas laborales donde se escribía, además de mi nombre, lo que era o dónde
trabajaba, bajo logos, marcas, empresas, compañías más o menos extrañas o
importantes que hoy no me dicen nada. Durante muchos años nos educamos para “ser”
ese algo, para poder llevar en el bolsillo una tarjeta de estas en la que está
escrito nuestra profesión, cargo u oficio y en esa actividad ocupamos el mayor
tiempo de nuestra vida, casi todas las horas del día y mucho de nuestra imaginación, energía, sueños.
Hay quién no
despierta nunca. Sólo cuando la jubilación le desnuda de su cargo o su lugar en
la máquina productiva se dan cuenta de que han olvidado la vida que había detrás
de su propio nombre. Otros son capaces de desdoblar su corazón y disfrazarse
los días de diario con el oficio y los días de libertad con esos sueños. Unos
pocos, muy pocos y muy afortunados, dedican todo su tiempo a lo que son, a sus
pasiones creativas sin poner ninguna trampa o demora en el camino de vivir.
Conozco a
muchos hombres y mujeres tristes que dejaron en su trabajo la vida entera y
ahora, ya sin fuerzas, muy perdidos, no saben en que ocupar sus días. Otros en
cambio parece que reviven y emprenden, comenzando ya la setentena, sus sueños
infantiles, aprenden cosas nuevas, estudiar, viajar, saber, probar, hasta a pescar…
Muy pocos no dejan el trabajo nunca y sólo cuando su cuerpo ya no les lleva
donde su voluntad desea se dan cuenta que el camino se ha terminado. Tuvieron
una vida plena y no se lamentan nunca del final.
Hay mucho de
azar y algo de voluntad en estos distintos caminos. No todo es azar, ni todo es
voluntad. Pero a veces, sea cual sea el nuestro, debemos darnos cuenta, de
verdad, de cual es nuestro oficio o, mejor dicho, de cual es el oficio de
nuestro corazón. No importará entonces demasiado cual es nuestro trabajo para
poder vivir. Ganarse la vida es siempre complicado, pero lo de verdad difícil es
descubrir en que “hacer” se esconde la plenitud, eso que algunos llaman
felicidad.
En el río,
muchas veces, me encuentro con otros pescadores. Tenemos la misma pinta,
utilizamos la misma jerga, descubro en sus ojos brillantes la misma pasión por el
agua, las truchas, el tiempo detenido en una sedas que flota y una mosca de plumas
que parece volar. Sólo somos eso, pescadores.
Estoy contigo lo importante no es el trabajo que nos permite vivir sino el oficio de nuestro corazón, el de las pasiones que nos llenan la vida. Admiro a todos aquellos que hacen de sus pasiones su forma de vida, aunque sean distintas a las que llenan mi vida.
ResponderEliminarComo siempre, tus entradas son excelentes y es un placer leerte.
Un abrazo
Gracias Joaquin, compañero de oficio.
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