(En la foto Jesús Ángel Álvarez y su trucha)
A uno le
acompaña don Antonio Machado en su nomadeo por el mundo, sea cual sea el país o el río, quizá porque los
primeros versos que escuché en mi vida, por boca de mi padre, fueron los de “caminante no hay que camino, se hace camino
al andar”. Así que subimos a Soria a la fiesta del Campano Soriano y la
primera visita a la ciudad acompañado de mi hijo el pescador fue al viejo Olmo.
Un placer compartir esas horas con tanta buena gente, “hermanos de río”. No
olvidaremos ni a Maite ni a Jesús Ángel.
El hijo
pescador gusta de esas fiestas y reuniones. Sabe que todos los pescadores
formamos una extraña y secreta hermandad, que diría Guy Roques. Jesús Ángel cogió una hermosa trucha
con una emergente minúscula en una tabla soleada, ancha y poco profunda. Maite
no perdió su sonrisa en tantas horas. El hijo pescador cruzó este Duero
desconocido con el deseo del Campano en la memoria y yo disfruté de esa magia
de estar en silencio con tantos y tan distintos hermanos de río.
Luego, estos
días, ya en la soledad de mis aguas, he tocado a las truchas y caminado mucho
monte abajo con la música de Machado siempre cerca. El hijo pescador afirmó antes de dormirse camino del sur. Volveremos a Soria. Volveremos al Duero.
Aaaarma, muy bueno, cuídate Jesus
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