Kant se empeñaba en argumentar que el arte era portador de una “intencionalidad sin propósito”. Dos
siglos después Adorno y Horkheimer, con la mala leche de los perseguidos y
refugiados en el paraíso yanqui, defendieron que la cultura popular “carecía de intencionalidad en aras de un
propósito” que no era otro que la lógica del mercado. La cultura popular
(consumista) se disfrazaba de liberación, espontaneidad y fiesta para reprimir
lo “revolucionario” de todo eso (creado sin propósito mercantil) y vendernos el
mismo producto fabricado por una industria globalizada con diferenciaciones
mínimas, casi siempre sólo simbólicas.
Hoy el arte tiene la única “intencionalidad con propósito” de
poder convertirse en un objeto intercambiable en el que atesorar valor monerario
(y decorar quizá, o tampoco) aunque una parte minúscula de la cultura popular
tiene todavía una intencionalidad revolucionaria y un propósito reactivo, el resto
sigue los enunciados de los chicos de la escuela de Frankfurt, nos ilustra,
entretiene e inmoviliza, nos amansa, entontece y convence de mil relativismos.
El pescador baja hacia el río intentando dejar de lado toda esa
jerigonza “esópica”. Pescar sigue siendo kantiano porque es una intencionalidad
que no tiene un propósito. Lo tuvo cuando la cosa era atrapar peces para comer,
pero hoy la intención está liberada de esos fines y se ha convertido en puro
arte. Pero la intención nos cambia, nos permite recrear una nueva identidad en
un tiempo propio, soberano, no tasado, libres de la producción o de vivir
calificando con limitadísimas emociones propias de una cucaracha: “me gusta”,
“no me gusta”, “me sorprende”, “me enfada” o “me entristece” todo lo consumido,
contemplado o vivido. En el río nada puede encerrarse en esas deficientes y pobres clasificaciones, ni en ningunas otras. El pescador produce su arte y esa
belleza es de imposible intercambio o mercantilización, no puede colgarse en el
camarote de un barco de Botín, no tiene precio, se escapa a cualquier
cosificación, como aquel arte popular que nació antes del capitalismo.
El pescador no es nada más que eso dentro del río, un hombre libre
y consciente, por fin y a contracorriente, tal vez por eso defiende el agua limpia y los ríos
salvajes. El pescador vuelve entonces a las palabras de Benjamin “lo que impulsa a los hombres y a las mujeres a rebelarse contra la
injusticia no es el sueño de liberar a sus nietos sino el recuerdo de la
esclavitud de sus ancestros” Nos ha costado mucho llegar hasta aquí, fuimos
esclavos, siervos, proletarios y la flecha de la historia es más bien un boomerang
perverso en estos tiempos. Nada nos dice que no podamos volver a ser de nuevo
prisioneros sin tiempo, nada nos dice que no lo seamos ya, o pronto. La
rebelión nace de esta libertad de poder gastar, incluso derrochar, tiempo en pescar y en pensar. Por ejemplo redefinamos los significados de la palabra "progreso" antes de que el río esté
seco y los insectos dejen de ser la música de la vida, antes de que se extingan
los ríos salvajes, los hombres y las mujeres salvajes.
Foto de Katie Lee en el cañón de Glen |
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