El neoliberalismo está vendiendo como rosquillas la “psicología
positiva” que se materializa sobre todo en las toneladas de cursos, cursillos,
gurús y libros de autoayuda que se ven por todas partes. Cualquier cosa vale
para matar la tristeza y vender felicidad ya sea a través de palabras,
pastillas o mantras. También te venden ahora wellbeing (bienestar) y
flourishing (florecimiento personal), diversos estados de ánimo cuyo objetivo
es que seamos más productivos y no pensemos en hacer revueltas, revoluciones o preguntas.
Por suerte aún no venden “dicha” (dice la RAE: del lat. dicta
'cosas dichas', pl. n. de dictum, con el sentido de fatum 'suerte', 'destino',
en lenguaje vulgar, según la creencia pagana de que la suerte individual se
debía a las palabras pronunciadas por los dioses al nacer el niño) que es un
estado de ánimo sutil, puntual, que sabemos temporal y breve, de una persona
cuando se siente plenamente satisfecha por gozar de lo que desea o por
disfrutar de algo bueno (se dice que es sinónimo de la felicidad, pero no lo
es)
La dicha fluye desde un lugar muy remoto, escondido y primitivo.
Intentamos explicar porqué nos hace dichosos estar dentro de un río con una
caña en la mano pero cualquier explicación sólo son palabras que se acercan un
poco, nunca demasiado, a esa rara plenitud. Sólo un pescador
puede entender a otro pescador. Sólo un pescador sabe cual es el secreto de
esta extraña sensación. A veces nos alejamos o nos alejan de esta dicha. A veces
hasta podemos olvidarla o vivir con ese vacío, con esa herida, con esa
carencia… Pero la vida es larga y se vuelve siempre al lugar dónde se ha sido
dichoso. Recordar, volver a aprender, volver a sentir que no hay prisa, ni
horario de vuelta, ni tiempo que descontar, ni nadie que nos diga que hemos
robado ese tiempo a otra vida productiva y “necesaria”…
Hoy, primer día de la temporada, salgo a pescar sin prisa, puedo
madrugar mucho o no hacerlo, puedo volver pronto o estar en el río hasta que
las fuerzas no den más de sí. He recuperado esa dicha, ese placer, ese misterio
y me siento igual que con diecisiete. Cuando me agacho al agua para beber un
trago o para mojarme la cara, veo en la penumbra de detrás del
brillo de espejo del río los mismos ojos brillantes, el mismo gesto de aquel
chaval que pescaba, la misma pasión misteriosa. Envejecer es eso, dejar de
mirarse y verse en el río, dejar de ver esos ojos brillantes, a salvo por
ahora, de nuevo, del olvido que seremos.
El tiempo destruye, pero mientras tanto, esta nueva temporada, sed dichosos.
"Envejecer es eso, dejar de mirarse y verse en el río, dejar de ver esos ojos brillantes, a salvo por ahora, de nuevo, del olvido que seremos" Todo el texto me agrada, pero esta frase me ha encantado
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