Los ríos no
separan las tierras o los pueblos, nunca fueron frontera, Los ríos fueron los
primeros caminos seguros para comunicarse, viajar, comerciar, conocer,
compartir. Eran venerados por los pueblos antiguos, convertidos en dioses
generosos y misteriosos. Luego, miles de años después, otros hombres los han
encerrado en presas, convertido en cloacas o en un bien monetario, en propiedad
de quién tienen el privilegio que el agua pase por su pueblo, su comunidad o su
país. Se habla del agua como recurso en lugar de cómo dador de vida a los
hombres que los beben y a los animales que los habitan. Apenas menos del 0,3%
del agua del mundo es agua dulce y líquida. Y de esa escasísima cantidad de
agua dulce en el mundo: ¿cuánta es pura y cristalina?, ¿cuántos ríos están
llenos de vida, de belleza y de truchas?. Muy pocos.
Tener un río
así, cerca de nuestras casas, es de verdad un privilegio envidiado por miles de
pescadores deportivos de todo el mundo que deben hacer cientos o miles de
kilómetros para poder lanzar su mosca en un río limpio con truchas salvajes.
Imaginamos el paraíso de los grandes ríos de Laponia, Alaska, Kamtchatka o
Patagonia pero aquí, en España, tenemos ríos y gargantas menos caudalosos pero
no menos bellos, ni menos limpios, ni menos llenos de truchas autóctonas.
Los pescadores
sabemos que estamos de paso, que los ríos que han tardado millones de años en
formarse no son propiedad de nadie, que ensuciarlos o contaminarlos es un
crimen y luchar por mantenerlos limpios es nuestra obligación. Pescar nos
enseña muchas cosas, no sólo a coger peces. Los ríos nos cuentan sus secretos,
secretos que tienen que ver con la vida, el tiempo, la felicidad. Antes anotaba
mis experiencia de pesca en pequeños cuadernos con la esperanza de que un día,
dentro de mucho tiempo, mi hijo las encontrase y las leyera cuando yo fuera
viejo y él un pescador de truchas mejor que yo. Pero ya es mejor que yo. Así
que pensé que debía ir pasando esas notas para que pudiera leerlas en el
presente y dejarme de funebrismos literarios.
Pronto nos
damos cuenta que ellos, los hijos, son mejores y que no han necesitado tantos
años como nosotros para saber cuidar los ríos y las truchas.
Nuestro
cercano paraíso.
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