Pintura de Peter Strid
Dice Eduardo G. que el mundo trata a los niños ricos como a dinero y a los niños pobres como a
basura. A pocos niños trata el mundo como a niños. Nos convertimos pronto en
tipos “mayores” aburridos, sosos,
productivos, obedientes y engañados. Convertimos las pasiones en entretenimientos,
los juegos en hobbies.
Pero metidos
en el río, con una caña entre las manos, seguimos siendo niños.
Los pescadores
no acabamos de creernos este teatro del progreso porque con este palabro
siempre salen malparadas las aguas y las truchas, la naturaleza, la lentitud o la
vida sin intermediarios tecnológicos.
Ayer pesqué rodeado
por la soledad inmensa de la garganta de Minchones, caminando con agilidad de
niño entre las piedras, pescando con la lentitud de quién duda muchas veces del
progreso o de que el lujo sea la velocidad y el crecimiento económico. Sólo
engañé a una truchilla con un tricóptero de pelo de corzo. Lanzaba la seda
despacio, con una ocho pies muy blandita, jugando a meter el señuelo en mis
rincones del agua preferidos. Jugando.
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