Soy un tipo
poco ortodoxo, lo mismo me da pescar con una rama seca que con una vara de grafito de nave espacial. Muchas veces
he hecho el siguiente experimento con niños de seis o siete años que nunca han
pescado antes: les fabrico una primitiva caña con un palito seco de la orilla,
un metro de hilo y un anzuelillo, les enseño a coger larvas bajo las piedras, a
enhebrar el cebo sin pincharse y a clavar al pez cuando pica al engaño. Todos
sin excepción se pasarán la tarde entretenidos. Debe ser nuestro inconsciente
colectivo de cuando éramos nómadas pescadores y recolectores.
Incluso algunas veces
llevo dos cañas, una de mosca y otra de lance de metro sesenta, telescópica,
que me cabe sin estorbar en el bolsillo de atrás del chaleco. Si no se ceban a
seca desmonto una y monto la otra con un señuelo pequeño, un pececillo o
cangrejito de apenas cuatro centímetros, cambio el chip mental y otra cosa. No
soy puritano, ni integrista, ni ortodoxo de nada y entre enredar con el
streamer o el pececillo de plástico, tanto me da.
Y tanto me da algún
día coger una de bambú bien secada, enteriza, de cuatro metros y tentar a los
barbos con una gusarapa pinchada en el anzuelo. Como el hilo va atado a la
punta, si pica alguno regular hay que correr corriente arriba o abajo tras de
él para que no rompa el sedal.
Aquí estoy con
una caña de palo, año 91, a la orilla del Purus, en la amazonia brasileña o
peruana. Todas las tardes bajaba a un igarapé a pescar unas pirañas y otros
peces desconocidos, para la cena. Luego me bañaba en el río tan ricamente (la
inconsciencia de la juventud, no por las pirañas sino por las rayas venenosas).
Le regalé “la caña” al niño y él
se fue feliz a hacer lo propio.
¿Quién quiere ortodoxia cuando hay que decantarse entre ésta y pescar?. Somos pescadores, sin más...
ResponderEliminarun placer, como de costumbre.
Saludos, habitante del agujero negro.