martes
PACIENCIA
jueves
APRENDER
martes
SECRETOS DE TIEMPO
Pescar nos limpia el tiempo. Deshace del tiempo su pesadez, su derroche, su desgaste, su prisa productiva. Creemos siempre que nos queda tiempo y aplazamos a veces lo importante. Un beso, un día de pesca, una palabra de cariño, una visita a un amigo o amiga, un proyecto loco, un sueño. Una pasión.
Pero en el río nos damos cuenta de que el tiempo sólo es un poco de presente.
Intento enseñar a mi hijo el pescador que no hay que aplazar los sueños sino luchar por ellos.
Intenso enseñar a mi hijo el pescador que los ríos tienen muchos secretos felices que hay que saber escuchar.
lunes
SABIO
Mi hijo el pescador cree igual que un pez, año a año se vuelve fuerte y sabio. Le gusta nadar contracorriente y sumergirse en los más profundo de los ríos. Los ríos parecen aguardar con impaciencia las primeras lluvias del otoño para crecer también y limpiar de sus riberas las huellas humanas. Me gusta, cuando pesco, no dejar ni rastro de mi paso por la orilla, ni siquiera unas pisadas mojadas o una helecho roto. Nada del mundo es nuestro, ni los peces, ni el aire, ni la tierra. Me gusta mirar atrás, no sólo para evitar enganchar la mosca en las zarzas de la orilla sino para sentir que no rompo la belleza del torrente que me abriga.
martes
ECHAR EL ANZUELO
SALTAR
MADRE
miércoles
BASSINES
Metido en el Tiétar al amanecer, dentro de un canal con una ligera corriente, entre dos islas de juncos, lanzo con la cañita de 8 pies linea 3, una seda delicada, un terminal del 0,10 y el engaño del pequeño San Juan. Uno tras otro peleo con pequeños "basses" que con este aparejo me parecen grandes merlines. Cada vez rehuyo más pescar con palos de escoba y cuerdas de piano aunque vaya tras peces grandes. Cañas y sedales delicados y ligeros, que no frágiles. Además con este equipo no me rompen el sedal ni se me escapan más peces que con un aparejo más consistente.
martes
SERENO
Sereno en "las Veguillas". Victor y Ruth pescando mano a mano.
VERANO
lunes
EL LANCE PERFECTO
miércoles
LAPONIA I
lunes
DICHA
La dicha fluye desde un lugar muy remoto, escondido y primitivo. Intentamos explicar porqué nos hace feliz estar dentro de un río con una caña en la mano pero cualquier explicación sólo son palabras que se acercan un poco, nunca demasiado, a esa plenitud, felicidad o libertad.
miércoles
HACE 20
lunes
GRACIAS,RACHEL CARSON
martes
MIGUEL
lunes
RECECHO
martes
MANCHAS
domingo
PRIMAVERA
lunes
TESORO
MAYO
Nubarrones de tormenta, helechos gigantes, libélulas mágicas, una higuera de brevas salvaje junto al molino en ruinas, el sonido del agua fría, los patos salvajes, los barbos remontando la corriente, el tiempo fluyendo lento y borrando de mi memoria cualquier dolor o derrota. Pescar. No picaron las truchas. No importó demasiado. Belleza o felicidad son palabras extrañas que acostumbramos a escuchar pegadas a cosas que se venden y se anuncian por la televisión. Sin embargo viven en otro lado, duermen y despiertan junto a un río y me llegan de pronto, tras madrugar y caminar mucho tiempo junto a mi hijo el pescador. Pescar junto a Iker y Guillermo, estar en la garganta a primeros de mayo. No hay para mi otro paraíso real mejor.
martes
DE NUEVO SOMBRA
lunes
EL RIO DE LA VIDA
jueves
AGUA O SANGRE
lunes
PESCAR SÓLO
miércoles
MIGUEL
Sólo veo en la foto al pescador de truchas, feliz por el cansancio, casi el agotamiento. Feliz aunque sólo muestre una hermosa trucha y no una cesta llena.
Hoy las truchas son un bien precioso que devolvemos al agua con mimo, pero antes, en los míticos tiempos de la abundancia, para un pescador gourmet una trucha salvaje era un plato exquisito. Ahora ya podemos comprar (y son baratas) truchas para comer de piscifactoría, pero engordadas con piensos ecológicos, y criadas con mimo, sin ese sabor a pienso de gallina que tienen otras.
Sólo veo en la foto al pescador feliz y cansado al que le gusta la dificultad y el esfuerzo de pescar una trucha. El que se deja la piel en los ríos y en el monte porque sólo lo difícil, agotador y salvaje puede alimentar la pasión de un verdadero pescador.
La contaminación urbana e industrial, las minicentrales eléctricas, el poco cuidado hacia el paisaje de las riberas, los pantanos y presas, el uso del agua hasta secar los cauces, el uso de pesticidas y abonos que acaban envenenando el agua, los pescadores tramposos o furtivos (ya casi inexistentes), el desprecio cultural a los ríos considerados canales de agua para usar y no valiosos espacios de vida salvaje… han hecho de las truchas y de los ríos trucheros limpios y salvajes algo raro en España.
Sólo veo en la foto al Miguel pescador de “mis amigas las truchas”. Tengo la primera edición de esa pequeña obra “menor” y hace unas semanas compré una nueva edición publicada hace poco por Destino. Sólo siento que no escribiera más sobre nuestras “amigas”.
Este Miguel feliz, esa sonrisa, sólo puede entenderla otro pescador que ya pasó de los cuarenta. El libro que compré, la nueva edición, era para mi hijo el pescador.
martes
MADRUGAR
Hay pescadores de mañana o de atardecer. Nosotros, mis hermanos y yo, siempre fuimos pescadores de mañana, cuando ni siquiera se adivina en el horizonte que saldrá el sol. Más de una vez y más de dos nos ha tocado esperar el amanecer a pie de garganta y luego otras tantas veces nos ha sorprendido la noche por la senda de vuelta. Nos gusta el lance y también la pesca a mosca. El lance de mañana, la mosca al atardecer.
Recuerdo cuando tenía menos de dieciocho años y, sin carnet de conducir, me levantaba a las cinco de la mañana para llegar el primero a “las Pilas de Collado”. Me tocaba caminar de noche unos cuantos kilómetros con las botas altas puestas y la caña preparada, hasta con el señuelo atado, sin miedo a los perros ladradores ni a los espectros y fantasmas que se adivinaban en la oscuridad cerrada del campo.
Llegaba a la garganta siempre antes que Sinesio, el ferretero que me vendía las cucharillas y los sedales en el pueblo y que apreciaba como yo esa parte de Pedro Chate llena de truchas grandes y charcos hondos. Pero a veces él llegaba en su coche cuando yo enfilaba la última curva que me baja al agua. Corría entonces desesperado los últimos metros, cruzaba el agua medio a oscuras y pescaba deprisa y sin dejar huella los primeros cien metros hasta tener la certeza de que no me vería tapado por los sauces, los robles, las altas cicutas y conservar así mi ventaja.
Seguía pescando hasta el Lago de Jaraíz y luego, ya por la tarde, de vuelta al pueblo, de nuevo a pie tras el día entero de pesca.
Sigo madrugando, no puedo evitarlo. Levantarme a las nueve para ir a pescar me parece una terrible herejía. A mi hijo el pescador tampoco le cuesta madrugar y sé lo difícil que es para un niño levantarse a las seis un sábado o un domingo.
Pescar esos primeros momentos del amanecer es un placer especial. A veces siento que tengo menos de dieciocho años y miro para atrás, por si aparece el pobre Sinesio y me dice que espere, que ahora le toca a él pescar el primero, por una vez en tantos años.
lunes
ALMA
(Ilustración de James Yale)
No creo en nada trascendente, mágico o divino. Soy ateo, positivista, científico. Sin embargo el agua, los ríos, el bosque misterioso de las riberas, las piedras de granito de las gargantas redondeadas por miles de años, las propias truchas, la hermana nutria que me saluda tantos días de pesca… son para mi divinidades. Tal vez sea a pesar de todo animista. Está bien sentir que todo esto tiene alma, que los ríos tienen alma y hasta ondinas protectoras.
ADOLESCENCIA
Mi hijo el pescador me pregunta si él va a tener que pasar la adolescencia, si será un chico torpe, hipersensible, criticón, voluble… Supongo que si -le digo- las hormonas se revolucionan, el cuerpo se vuelve loco y comienzas a cambiar, crecer, desarrollarte, ya sabes. Pero estarás preparado, porque ya lo has visto en tu hermano, no te pillará por sorpresa.
En la adolescencia nace, crece, se consolida gran parte de nuestra forma de ser y estar en el mundo como pescadores. Yo no podía soportar estar sentado en una silla en la orilla de un pantano esperando a sentir picar las tencas en la punta de mi caña. Mi tío Miguel nos llevaba a pescar tencas, pero lo mío era escaparme a la garganta con una caña larga de bambú a tentar a las bogas y a los barbos en la corriente, nuestra pasión era la del trotarrios tras las difíciles truchas.
Un adolescente que aguanta siete horas de pupitre en el instituto es un héroe forzoso. Uno que aguanta tres o cuatro horas pescando sentado carpas o tencas es un tipo raro que será sin duda, en el futuro, un buen oficinista con la paciencia del santo Job para con sus empleados o sus jefes. No era mi caso.
Así era yo -le digo- más o menos con tu edad, mi tío Miguel se empeñó en la foto. A mi la tenca me pareció un pez triste, aburrido y algo tonto que se empeñaba en vivir entre el fango en lugar de hacerlo en un torrente de agua cristalina. No parece que presuma demasiado de captura. Yo descubrí que para mi pescar era estar siempre en marcha, ribera arriba, en pie, en el agua, buscar el pez y no esperar a que el pez me buscase a mí. Le digo: No tengo paciencia. Eso ya lo descubrí entonces. Tal vez por eso nunca sea demasiado buen pescador.
Mi hijo el pescador tarda un poco en responder. Creo que yo tampoco tengo mucha paciencia.
BLANCO
viernes
INVENTAR
lunes
HERMANA
NUTRIAS
Día de lluvia fina, de lluvia gruesa, de lluvia entre rayos de sol. Me gusta caminar sin descorrer las cortinas de la lluvia. Sentir el sonido de miles de gotas sobre el río, mi cabeza, mis manos. Los días de más paz son los días de pescar con lluvia. Ayer no había nadie, sólo las nutrias y las garzas y la lluvia.
Los pescadores, como seres acuáticos, amamos la lluvia. Además entre el impermeable y en vadeador es difícil mojarse aunque caiga el diluvio o estemos con el agua hasta la cintura. La garganta estaba crecida pero era pescable. Al final de la mañana me encontré con Fernando para el taco. Nos salió una nutria joven a cinco metros. Él sorprendió a una grande más abajo enroscada en la orilla y por poco la pisa. Los dos se sorprendieron. Para las aves ya era rabiosa primavera con lluvia o sin lluvia y sus cantos de celo se mezclaban con los “chop” de las gotas en los árboles, las piedras, el agua y se unían al rugido del torrente. El mundo natural en plenitud. Compartir el río con la nutrias me hace entender el porqué de algún secreto de la vida.
Subimos hasta las Tres Juntas sólo por el placer de contemplar el lugar. Tenía muchas ganas de seguir por Jaranda y pescar todo el día pero había que volver. Mi hijos se habían quedado en casa durmiendo a pierna suelta. Cuando yo regresaba del río ellos se levantaban.
Hubiera seguido garganta arriba con la seguridad de que no habría nadie en kilómetros y el placer de la lluvia alimentando la tierra.