La gente dice que nos parecemos pero no nos parecemos en nada. Yo siento que eso es bueno. Sólo nos parecemos en nuestra pasión por la pesca de la trucha. Nos repartimos el río como si fuera nuestro. Yo empiezo en el charco “la Vena”, yo en el “Molino de las Siete Piedras”, yo en las “Tres Juntas”, yo iré contigo. Mi hijo el pescador va con cualquiera. Sabe que cualquiera de sus tíos es un buen compañero de pesca, que le dejarán lanzar en los mejores charcos y el primero. Tener muchos y buenos maestros es muy importante. Cada uno de nosotros pescamos de forma distinta, con un ritmo diferente, con técnicas y señuelos distintos. Pescar en estas gargantas es igual que bailar, cuestión de ritmo, equilibrio, gracia (aunque todos los hermanos somos unos pésimos bailarines. Más sosos imposible).
Esa fotografía tiene diez años. La trucha es mía pero tienen la misma sonrisa que si la hubieran pescado ellos. Para saber compartir un río hay que ser muy generoso. Aquel día yo iba el último y tuve la fortuna.
No nos parecemos en nada salvo en cocinar, en pescar, en bailar. Eso es lo bueno.
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