Siempre soñé con una caña así. Mi hijo el pescador y la suerte me regalaron esta preciosa caña de bambú refundido. Él me hace las moscas. Coger una buena trucha con una mosca que te ha hecho tu hijo es algo grande. Él piensa que no están bien hechas, yo creo que son perfectas, las truchas también. Le digo, cuando yo me muera quiero que esta caña sea tuya y que pesques con ella y quiero que dejéis mis cenizas en el charco “del Águila”. Y el dice, cuando yo me muera prefiero que me disequen.
Cuido mucho esta caña de bambú, la tengo en casa en una vitrina, pero también la saco a pescar, las cosas son para usarlas. Lanza suave, nada que ver con las modernas cañas de grafito. El pescador que la hizo pasaba por un momento difícil en su vida. La trajo un amigo suyo al Master de pesca de Jarandilla para sortearla y sacar un dinero para él. Nunca compro lotería, no creo en la suerte, no tenía dinero, pero cinco segundos antes del sorteo pedí prestados veinte euros a Ruth para comprar unas papeletas. Sentí algo mágico, supe que esa caña era para mí.
Entre más de cien personas me tocó, mi hijo era la mano inocente que sacaba las bolitas, no hubo trampa, pero él se siente orgulloso de que me tocase. Siento que en esta caña está el corazón de más de cien pescadores que deseaban el bien a un compañero y también está el corazón de un artista del bambú. Y el de mi hijo el pescador.
Así cualquiera, es imposible no pescar truchas con una caña así.
onde compraste
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