El río nos hace humildes y sensatos. Hace unos años unos ingenieros querían hacer un puente en el Guijo canalizando la garganta a través de dos tubos de acero gigantes, luego igualando la circunferencia con hormigón y asfaltando el horizontal. Un puente moderno, elegante y rápido. Me parece que no va a caber por ese tubo tanta agua. Decían dos viejos a los ingenieros. Ellos se reían de los jubilados de boina y garrota. Era verano y la garganta parecía pacífica. Llegó el invierno y con la primera crecida los tubos y el puente desaparecieron. Hicieron otro igual, los mismos tubos. Volvió a desaparecer. El agua retorcía el acero como si fuera mantequilla. Entonces hicieron un puente corriente de pilares, feo, pero no obligaba a la garganta a pasar por ningún tubo. Un poco más abajo hay un puente medieval que ha aguantado miles de riadas.
Ruth va a quitarse el mono a un intensivo en el Jerte con dos buenos pescadores. Ellos llevan pescado y compitiendo muchos años. Ella apenas lleva dos años enganchada a los ríos, las truchas y la pesca a mosca. Ellos le dicen: bueno Ruth, luego si quieres te haces una foto con nuestras truchas. Pero es ella la única que pesca una trucha. Ellos bolo.
Me dice mi hijo el pescador que Ruth debería de haber dicho: bueno chicos, si queréis podéis haceros una foto con mi trucha.
(Ilustración de Robert Ramson)
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