miércoles

LIBROS



(Fotografía de Ernest en 1919)

Me gustan mucho los relatos de pesca. Pronto descubrí que casi todos los pescadores, escriban o no, saben contar historias con maestría. Yo no me canso de releer el relato “El gran río de los dos corazones” de Ernest Hemingway, “El río de la vida” de Norman Maclean, “mis amigas las truchas” de Miguel Delibes. Aunque practicamos la pesca sin muerte no me avergüenzo de aquellos tiempos en los que no devolvíamos las truchas al río. No sé que entenderá o sentirá un “no pescador” cuando lea a Hemingway, Maclean o Delibes, es casi imposible que descubra el secreto que hay detrás de la piel de esas palabras. Para un pescador un río es un grueso libro que podrá leer toda su vida y en el las palabras siempre son conocidas, pero distintas.
A veces, antes de dormir, vísperas de un días de pesca, le leo al hijo pescador algún relato:
"Los poetas hablan de pozos del tiempo pero, en realidad, son los pescadores los que experimentan la eternidad comprimida en un instante"

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