(Pintura de Bern Sundell)
El equipo de pesca es importante pero es más importante el instinto, la vocación, el deseo, esa extraña forma de felicidad que sentimos en los ríos trucheros. Siempre he pescado sólo. Pescar truchas en un oficio solitario. Sólo he podido pescar acompañado por alguno de mis hermanos y ahora por mi hijo el pescador. Sólo con ellos me siento bien y no me importa que me adelanten y pesquen ellos el charco virgen. He conocido muchos ríos pero pocos tan bellos como esta garganta Jaranda desde el “Puente Romano” hasta las “Tres Juntas”. Educar en la belleza, para eso sirven también los ríos. Compré a mi hijo un buen equipo. Mi primera caña, mi primer carrete, los primeros señuelos fueron heredados de mi padre. Tardé muchos años en conseguir un buen equipo y lo cuidaba, lo cuido como si fuera un tesoro precioso. Tardé muy poco en disfrutar de la belleza de estos ríos. Sólo aquí siento que nada ha cambiado. Tengo el mismo instinto, vocación, deseo, me llena la misma extraña forma de felicidad, pero también otra distinta cuando el hijo pescador coge una trucha y cuando se le escapa.
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